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(07-Jun-2009).-

Dicen que uno de los hobbies más socorridos de nuestros días es el de picarle al control remoto de las televisiones, pasatiempo más practicado por los hombres que por las mujeres.

Precisamente en estos días, mientras mataba el tiempo con el control remoto, apareció en la pantalla mi buen amigo Ernesto Enkerlin, presidente de la Comisión Nacional de ├üreas Naturales Protegidas, y casi al instante decía que tan sólo el estado de Veracruz tenía más bellezas naturales y diversidad de ecosistemas que todo el país de Costa Rica, y estoy completamente de acuerdo con Ernie (así le decíamos los compañeros en la primaria).

Pero si Costa Rica posee "materia prima ecoturística" menos abundante que tan sólo uno de nuestros estados, -cómo explicar el marcado y próspero desarrollo de esta industria que atrae a miles de turistas de todo el mundo, incluso a nuestros paisanos?

La respuesta se remonta a muchos años atrás, incluso a la época de Cristóbal Colón, que en su cuarto y último viaje a América llegó a las playas de Costa Rica y bautizó así a la zona, no por su belleza natural sino porque erróneamente creyó que el sitio sería rico en metales preciosos.

La historia de esta región demostró que la supervivencia sólo sería lograda desarrollando la agricultura, particularmente el tabaco y el café. Sin embargo, a pesar de la bonanza que se vivió en los siglos 19 y parte del 20, el futuro que se vislumbraba no era muy promisorio. Atinadamente, o tal vez porque no había de otra, los líderes ticos le apostaron al turismo y, más particularmente, al incipiente ecoturismo, que daba sus primeros pasos a nivel global, en las últimas dos décadas del siglo 20.

Hoy Costa Rica navega viento en popa en el desarrollo equilibrado del ecoturismo. Tuve la fortuna de visitar este bello país recientemente, realizando en él una pincelada general, y una de mis conclusiones es, precisamente, la de Ernie: que en México tenemos mucho más "inventario" ecoturístico que se acrecienta con nuestra vasta arqueología, además percibo que en México se están dando los pasos firmes y en la dirección adecuada en este proceso.

Volviendo a Costa Rica, llevaremos nuestro primer desafío del año a una de las zonas más impresionantes y diversas de nuestros hermanos ticos, me refiero a la zona de la ciudad de La Fortuna, Volcán Arenal y el lago del mismo nombre.

Esta región de densa selva media se encuentra en la parte central del país, a tan sólo unos 100 kilómetros en línea recta de la capital San José, pero a casi 200 kilómetros por carretera y a unas cuatro horas en tiempo (debido a la topografía del terreno, la densidad de comunidades y la infraestructura vial en Costa Rica, estimar una velocidad promedio en vehículo de 50 kilómetros por hora es lo más adecuado).

Para los ticos con los que platiqué, ésta es la región de su país que más les gusta y es que, entre otras cosas, cuenta con el lago más grande, con dos volcanes a su costado, uno el Arenal, el más activo del país y, según los lugareños, situado entre los 10 más activos del mundo.

A un par de kilómetros de éste se encuentra el Volcán Cerro Chato, con un gran lago en su cráter. Existen algunos miradores para observar las continuas erupciones del Arenal, incluso un hotel que tiene el observatorio a tan sólo 3 kilómetros del cráter y que fue construido especialmente para turistas que deseen disfrutar del espectáculo nocturno de los escurrimientos de lava al rojo vivo.

Después de conocer los miradores al volcán que tenían acceso en automóvil, mi esposa Rebeca y yo decidimos realizar un trekking hacia el Volcán del Cerro Chato, desde donde en un puerto se tienen vistas muy escénicas del Arenal. La caminata partió del parque de las Cataratas de La Fortuna y consistió en 4 kilómetros de ascenso intenso, con poco más de 800 metros de diferencial de altura.

Para nuestra fortuna, la vista de la actividad del Arenal pasó a segundo término, ya que el camino que partía de una brecha doble entre pastizales se cerró a una estrecha vereda que se adentró en la espesa selva, donde casi no penetraba el sol. Al inicio nos dijeron que el recorrido de ida era de unas tres horas, lo que dudé, ya que eran tan sólo 4 kilómetros de distancia, sin embargo, lo escarpado de la subida, la humedad total, el calor y el sinuoso camino nos fueron aclarando la situación.

La recompensa mayor fue el paisaje del lago en el cráter del volcán Cerro Chato con el Arenal al fondo, además que tuvimos la suerte de un día con pocas nubes. Durante al travesía platicamos con gente de Alemania, Francia, Inglaterra y España; todos comentaban que habían subestimado la caminata. Finalmente, después de cuatro horas totales, estábamos de regreso para comer algo y planear una actividad más para el resto del día.

En desafíos futuros veremos más pinceladas extremas de este sorprendente país que es Costa Rica, sólo me resta desearles que el 2009 sea el año en que realicen más expediciones y travesías que en lo que va de sus vidas y que después de cada jornada con las endorfinas, dopaminas, serotoninas y oxitocinas a todo lo que dan, sientan que realmente el desafío nunca termina.

 

desafioextremo@intercable.net