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El espectáculo de las torres de Paine, un espectáculo para recordar toda la vida.
Torres del Paine el desafio 100.
(2 octubre 2011).-

Como dicen por ahí, no hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla.

Cuando empecé a compartir con los amantes de la naturaleza mis andanzas y travesías, nunca imaginé que un día estaría narrando el "desafío" número 100, lo que hoy hago con mucha satisfacción y gusto.

Al volver la vista atrás, veo el trabajo acumulado, cuántos momentos increíbles compartidos con amigas y amigos: exploraciones que en algunos casos cruzaron la línea de la aventura hacia el reto de la supervivencia.

Uno de los arroyos por los que atraviesa la expedición

Al ver la sinopsis de los desafíos descubro que he narrado expediciones en continentes como América y Europa, y en Hawaii, en la región de Oceanía. He escrito sobre lugares de México, Estados Unidos, España, Costa Rica, Belice, Perú, Chile y Argentina.

En México los desafíos se han extendido por 19 Estados: Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Veracruz, Puebla, Hidalgo, Morelos, Guerrero, Jalisco, Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Quintana Roo.

He vivido aventuras, aún no narradas, en Campeche, Yucatán, Michoacán, Querétaro, Aguascalientes, Tlaxcala y Sinaloa, y me falta incursionar en la Baja Norte, Nayarit y Colima, que tienen interesantes maravillas naturales.

En cuanto a actividades, han predominado el cañonismo y las expediciones multidisciplinarias, y ha habido espeleología, trekking o caminata, buceo, rappel, rafting, kayak, en sus modalidades de mar y de río; escalada, ciclismo de montaña y ruta, así como vehículos 4x4.

Algunas de estas travesías las realicé de la mano de mi esposa, Rebeca, y mis hijos Maribeky, Diego e Iván, lo que gratifica aún más las experiencias. La fotografía con Iván y Diego en la cumbre del Pico de Orizaba revive esa emoción.

Ver que cañones descubiertos en nuestra sierra durante exploraciones con Yolanda Saro, Miguel Fernández y Gustavo Casas son ahora parte de la oferta ecoturística del Estado, me motiva a seguir con estas travesías.

Cañones como la Garganta del Diablo, Las Hormigas, La Escondida, El Mandarín, Las Monedas, entre otros, hoy son descendidos por muchos aventureros, pero un día nos generaron interrogantes como -qué habrá en el fondo?, -nos alcanzará la cuerda?, -y si hay una creciente? Situaciones que llenan de retos las exploraciones con una dosis de adrenalina difícil de describir con palabras.

También me da gran satisfacción el haberme adentrado en la Sierra Madre en el Municipio de Iturbide, donde los lugareños hablaban de una cascada que sólo se podía ver a medias entre la montaña; decían que tenía 60 metros de altura.

La vereda inicia desde el área de camping y hostería.

Mi curiosidad despertó y al descender al cañón y caminar río arriba para intentar apreciarla en su totalidad desde un ángulo nunca visto, pude descubrir que la cascada se escondía en la sierra y su altura real casi llegaba a los 200 metros, por lo que pasó a ser considerada la mayor de Nuevo León, y fue bautizada como La Escondida. Ésta fue una muy grata experiencia que viví con mi esposa.

Pero las memorias, como los retos, no terminan, así que vayamos al desafío número 100, un trekking que puede ser considerado como uno de los cinco más espectaculares del mundo y tal vez el más socorrido por los amantes del senderismo.

Es la ruta más pisada en el Parque Nacional Torres del Paine, en la Patagonia austral, que cada año es visitado por miles de aventureros de todo el mundo, y que para muchos es la obra más sublime del Creador en cuanto a naturaleza se refiere.

Una madrugada del verano patagónico salí con una temperatura inferior a los cero grados centígrados de la zona de campamento y hostal de este paraíso chileno que está a 150 kilómetros de Puerto Natales, la ciudad más cercana. Quería estar al pie de las famosas tres torres, emblema de este lugar.

En verano estas brechas no están nevadas, pero a escasos metros en la montaña ya se puede ver hielo y nieve, junto a las cascadas y saltos de agua generados al derretirse éstos.

El sendero pasa por varios bosques muy cerrados.

El ascenso era pesado y las prendas empezaron a sobrar, pero al salir a campo abierto, en un desfiladero los fuertes vientos antárticos me hicieron cambiar de opinión (allí, los que dan el pronóstico del clima informan antes sobre los vientos que se anticipan, que sobre las temperaturas).

Llegué a una cañada y un arroyo me sorprendió con el tono gris azulado del agua que completamente pura fluye a temperaturas gélidas. Beber un sorbo fue un placer.

Entré en un bosque que me cobijó del aire, pero que también me apartó del sol que por momentos las nubes dejaban pasar; la densidad de los árboles casi oscurecían mi caminar y el verde de sus hojas, musgo y pastos me hicieron sentir como en los cuentos de la infancia.

Salí a campo abierto y me sorprendí más con una gran caída de agua en la montaña vecina. Luego de caminar un rato, un estruendo truncó la armonía de la ruta, volteé instintivamente hacia donde venía el ruido y vi una avalancha de hielo y nieve producto del desmoronamiento del extremo de un glaciar.

No tuve tiempo de sacar la cámara, pero pronto aprendí que estos desgajos de hielo son rutina en las montañas australes.

Como si estuviera diseñado a propósito, el trofeo mayor de la travesía, que son las tres torres con su lago y glaciar, no pueden verse completas en el trayecto, sólo hasta unos metros antes de llegar a ellos.

Me faltaban sólo 500 metros para culminar mi ascenso de poco más de 10 kilómetros, llevaba tres horas de caminata y fotografías; me faltaba el tramo de más gradiente, pero todo se compensó con creces, al dar el paso donde se descubre el panorama de las torres, la escena fue impresionante.

Conforme me acerqué al lago, una ligera nevada y su ventisca me recordaron que estaba como a 10 grados bajo cero, pero ni los sentí.

Tener las Torres del Paine enfrente es como estar inmerso en una postal o ser parte de un rompecabezas viviente, algo que guardaré para toda la vida, y que no me cansaré de recomendar como uno de los sitios que hay que visitar en la vida.

Hay que agradecer a Dios, a los lectores y a mis compañeros de aventura por los primeros 100 desafíos: nueve años de experiencias inolvidables. Espero tener la salud para vivir 100 retos más porque el desafío nunca termina.